Que ver en Corcubión

Corcubión, tierra de sosiego y bravura

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Astilleros

Patrimonio industrial

En Corcubión también fue frecuente la botadura de barcos en siglos pasados. Uno de los astilleros que existieron en nuestro municipio fue el que era propiedad de la Compañía General de Carbones, situado en la playa de Quenxe, lugar donde también se localizaban algunas de las fábricas de salazón del municipio y de las que aún se pueden ver sus restos. Una de las botaduras más conocidas es la del pailebot Julita. Esta embarcación de 300 toneladas se botó al agua el 27 de septiembre de 1920, dentro del programa de fiestas de las Mercedes, ya que la Compañía General de Carbones quería contribuir a un mayor esplendor de las celebraciones. Fue construido en los astilleros que esta sociedad tenía en Quenxe y el encargado de tal obra fue el maestro José Iglesias, Palletas. La madrina de este acontecmiento fue la hija del gerente en Galicia de la Compañía de Carbones, que también se llamaba Julia.

Además del pailebot Julita también de construyeron otros barcos, como el vapor Tritón (utilizado para transportar los operarios a los pontones), las gabarras San José, Ameijenda, Pindo, etc.

Pero con anterioridad y en esos mismos terrenos (cuando el astillero aún no era propiedad de la Compañía General de Carbones) hay constancia de la construcción de otros barcos de vela. Algunos ejemplos son el quechemarín San Pablo (1865) o la goleta Camila en 1829 (reconstruido, posteriormente, con la madera y clavos del buque inglés The Great Liverpool, naufragado en Caneliñas). Casi 60 años después, Camila dejó de navegar y se aprovecharon sus clavos de cobre para construir el balandro llamado Méndez Núñez. Este balandro era propiedad de José González Cereijo, uno de los pioneros en Galicia en la recuperación y salvamento de buques naufragados. Este hombre tenía un almacén en la playa de A Viña que utilizaba para el comercio y el depósito de los restos de los buques que recuperaba o desguazaba. Contaba con un muelle de madera para el servicio de sus embarcaciones. González Cereijo contaba con varias embarcaciones, siendo dos de ellas el mencionado Méndez Núñez y el Argonauta. Fue precisamente en el lugar donde se localizaba el almacén de José González Cereijo donde, posteriormente, estuvo en funcionamiento otro de los astilleros que hubo en Corcubión para la reparación de barcos hasta finales de los años noventa. Hoy aún se pueden ver los restos de este astillero en la playa de A Viña.

También en 1888 se botó un yate de recreo y vivero de langostas, embarcaciones muy comunes en aquella época para el transporte de langostas vivas, las cuales eran muy abundantes en A Costa da Morte y era un producto muy exportado, siendo Plácido Castro Rivas uno de los empresarios que se benefició de este negocio.

Otro de los astilleros se localizaba en la que era conocida como la Casa de Lla, una antigua fábrica de salazón que contaba con una fuente en el centro de su patio, siendo las propiedades de sus aguas consideradas como muy efectivas para combatir muchas enfermedades. Esta propiedad pasó por varias manos hasta que, en los años cincuenta, fue comprada por Benigno Lago Estévez. Después de llevar varios años inactiva, Lago volvió a abrir la casa y construyó una nave (pegada a la antigua fábrica de salazón) que funcionó como astillero. Ya en los años setenta, la Casa de Lla fue derribada debido a la urbanización de la zona en la que se localizaba, por lo que hoy en día no se conservan los restos de esta propiedad.